miércoles, 20 de junio de 2012

Lógica para progresistas: antimonopolios.


Dicen los progresistas que la tendencia natural de los mercados libres es la formación de monopolios, que un monopolio no puede ser derribado mediante el poder del consumidor, y que debido a ello, necesitamos gobiernos que se encarguen mediante legislación y gente armada de mantener el mercado en un ambiente verdaderamente libre y competitivo.
Resulta muy curioso que al progresista le dé autentico pavor que una organización tenga el monopolio de los chicles, pero no tiene problema alguno en que otra organización ostente, ella sola, el monopolio de las leyes y la violencia, y ya que andamos en esto, chingue su madre, que tenga también el monopolio de la electricidad, el agua, el petroleo, la salud, la educación, el espacio aéreo, los ríos y mares...

En fin. Concedamosle al progresista que, realmente, el libre mercado tiende a formar monopolios, y sigamos su propia lógica a ver hasta dónde llegamos.

Para empezar, recordemos que todos los vicios propios de un monopolio surgen de la falta de competencia. Es en general aceptado, incluso por los progresistas, que la necesidad de no quedarse atras frente al competidor es un incentivo suficiente para que las compañias intenten ganar clientes, ya sea aumentando la calidad de sus productos (o servicios), ofreciendo productos (o servicios) más baratos, dando una mejor atención al cliente, y en general, satisfaciendo de la mejor manera posible las necesidades del consumidor. A falta de competencia, y dado que el consumidor que desea adquirir el producto no tiene más opciones que comprarle al monopolio, éste deja de interesarse por mejorar, lo que provoca tarde o temprano una reducción en la calidad y un aumento en el precio del producto.

Ahora, dado que el libre mercado tiende a formar monopolios, y estos actúan siempre en contra del consumidor, el progresista dice que es necesario que el gobierno se encargue de los monopolios. Recordemos ahora lo que es realmente un gobierno:

- El monopolio de la ley: La única manera de crear y modificar las leyes vigentes en un territorio es a través del gobierno. Éste dice lo que se puede hacer y lo que no, y no acepta competencia, en el sentido de que si la constitución te parece injusta, no hay nada que puedas hacer, más que intentar modificarla a traves del aparato estatal. Bajo el gobierno, no puede existir tal cosa como un "juez privado".

- El monopolio de la violencia: Legislar no tendría sentido si no pudiera hacerse cumplir la ley, y aquí es cuando entre el ejército y la policía. Si un particular mata a tu padre, tu no puedes hacerte justicia por tu propia mano y matar al padre del agresor, pues en ese caso serás considerado un asesino y te refundirán en la cárcel. Lo correcto es, dice el gobierno, que si un particular mata a tu padre, denuncies ante las instancias correspondientes y tengas paciencia, que la policía se encargará de castigar al agresor de acuerdo a las penas que especifica la legislación.

Una vez aclarado que el gobierno es, por definición, un doble monopolio, tomemosle la palabra al progresista. Dado que la justicia y la violencia son también servicios que espera el consumidor, y estos servicios están a manos de un monopolio, ¿no va a tener todos los vicios inherentes a este? Bien, realmente no hace falta decir mucho sobre esto, basta invitar al lector a que salga a la calle despues de la media noche para que compruebe lo bien que el gobierno ofrece seguridad a sus ciudadanos, y luego, basta con que sea víctima de un delito para que vea lo bien que el gobierno se encarga de castigar a los agresores. Para todos los fines prácticos, el gobierno se comporta como se comportaría cualquier monopolio de cualquier otro servicio.

Aquí es donde, a pesar de todas las pruebas en su contra, el progresista salta de su asiento y dice:

"Ah, pero a los gobiernos nosotros los mantenemos y votamos. Al monopolio de los chicles, tu en ningún momento lo votaste, ¿verdad? Ahí está la diferencia."


voto.
(Del lat. votum).
1. m. Expresión pública o secreta de una preferencia ante una opción.


Cada vez que le compramos un chicle al monopolio, le estamos expresando nuestra preferencia. Recordemos que nadie nos está obligando a comprar chicles. Por más que digamos que el monopolio de los chicles no nos deja opciones, siempre tenemos al menos dos: comprar chicles, o no comprarlos. Si me están vendiendo chicles sabor a mierda, como consumidor puedo decir "pues que se jodan, no vuelvo a comprar chicles", y si una mayoría toma la misma acción, por más que los chicles tengan el monopolio, tendrán que mejorar o lo resentirán en sus finanzas. En resumen:una compra=un voto.

Pero no, de acuerdo a lo que dijeron los progresistas hace 10 minutos, el consumidor no tiene el poder de realizar tales cambios en el sistema mediante el voto. Y si no puede hacerlos en una empresa, donde el pago es de caracter voluntario, entonces mucho menos podrá hacerlos con su voto democrático a la hora de elegir gobierno. Se pone incluso peor que eso, porque es innegable que, si el monopolio de los chicles solamente ofreciera chicles sabor a mierda, no tardarían en surgir productores locales que vendieran chicles de buen sabor y a un costo menor, y el monopolio solamente podría intentar parar al competidor por medios no violentos. Para el monopolio de la violencia, en cambio, no hay competidor posible, pues el gobierno, al que no le suele importar si te mataron a un familiar, sí que se tomará en serio cualquier amenaza a su hegemonía, y actuará con violencia ante cualquier organización que intente brindar protección física por el precio adecuado. En resumen, el monopolio de la violencia, es por su propia naturaleza, un monopolio represivo, que tiene permitido usar métodos violentos para evitar la entrada de competencia. Y a ese monopolio, dicen los progresistas, sí que podemos controlarlo...

Claro que con los progresistas la lógica se puede ir al demonio, ya podrían vivir ellos 100 años bajo democracia sin que los gobiernos trabajen un solo día, y aún así, seguir aferrándose a la bonita idea de que nosotros somos los jefes, y tenemos el poder de cambiar un gobierno que no nos gusta... y si no lo cambiamos, es simplemente que no queremos. Seguro.

En resumen, hay solamente dos opciones:

- Si aceptamos que como consumidores tenemos el poder de tirar un monopolio y hacer que produzca para nosotros, entonces no necesitamos un gobierno que se encargue de ellos.

- Si por el contrario afirmamos que como consumidores no tenemos la capacidad de luchar contra un monopolio, entonces mucho menos podremos luchar contra un monopolio coercitivo, que toma nuestro dinero de manera obligatoria y usa la violencia cuando nos negamos a pagar por sus servicios.

Sea como sea, los gobiernos sobran. Y aquí es donde el progresista salta de nuevo de su asiento... pero ya no está muy seguro de qué decir.

viernes, 15 de junio de 2012

Derecho, Ley, Moral y Yo Soy 132.


Todos tenemos más o menos idea de lo que es derecho, ley y moral. Hablamos del derecho a la salud, el derecho al trabajo, el derecho a la seguridad, etc. A menudo usamos el término de manera tan irresponsable que olvidamos lo que verdaderamente representa tener un derecho. Y así hicimos un monton de leyes que nos garantizaran cada vez más derechos, incluso cuando algunos de los derechos entraban en abierta contradicción con otros. Aclaremos algunas cosas sobre dichos conceptos.

Derecho es aquello que permite al ser humano vivir como tal. Entre una manada de hienas no puede existir derecho, así como tampoco puede hacerlo entre un grupo de hombres salvajes sin lenguaje. Es el hombre racional el que le da significado a la palabra, y del mismo modo, es el derecho el que permite vivir al hombre racional, esto es, al ser humano. Existe un solo derecho que es natural al ser humano, por ser su causa y sustento: el derecho a la vida. Cualquier otro derecho debe ser un simple apéndice de éste.

La ley es la interpretación práctica del derecho, existe para garantizar su cumplimiento, nunca para condicionarlo ni contradecirlo. Robar es delito, porque atenta contra la vida, y atenta contra la vida porque un ser humano no puede vivir si no le es posible disponer de aquello que produce.

Ley no es necesariamente igual a Derecho. La ley te puede decir que tienes permitido tener un arma y asaltar a individuos desarmados para despojarlos de su propiedad, o que tienes permitido matar a tu mujer si te ha sido infiel, pero eso no quiere decir que tengas el derecho a hacerlo. Quien defiende la ley, pero no el derecho, no tardará en vivir y morir bajo la tiranía que él mismo ha creado. La tiranía es ley sin derecho.

Moral es la aceptación individual del derecho, es el reconocimiento de que hay un juez que nunca podrá ser engañado o sobornado: la conciencia. Es la convicción de que violar el derecho de los demás es tan aberrante como violar el propio.

Por la propia naturaleza del derecho, éste es irrevocable, no puede serle arrebatado a nadie que no lo haya violentado antes. De este modo, la violencia física solo es permisible cuando es en respuesta a quien intenta atacar el derecho de terceros. Iniciar la violencia física va contra el derecho a la vida, y quien lo hace es un criminal, sin importar cuan justa y noble sea su causa.

La amenaza de la violencia es también una violación al derecho natural, pues un ser humano no puede vivir a menos que tenga la capacidad de tomar libremente las decisiones que él mismo considera más acertadas para mantener y mejorar su vida. Obtener algo de una persona mediante la amenaza de violencia física, es exactamente igual que obtenerlo mediante la violencia física sin más: quien apunta un arma es un violento y un criminal, jale o no el gatillo.

Pero tener derecho a la vida no quiere decir que los demás tienen que salvarte, simplemente que nadie puede iniciar contra ti la violencia. Si decidiste (o tuviste la mala suerte de) tirarte de un tercer piso y quedas gravemente herido, nadie está obligado a rescatarte. La mayor protección que puedes tener contra agresores es vivir en una isla desierta, pero en una isla desierta no habrá nadie para rescatarte de tus propias decisiones o incluso de la mala suerte.

Si aceptamos que todos tienen derecho a su vida, y que amenazar o iniciar la violencia para apoderarse de la propiedad de otros es una acción criminal venga de quien venga, entonces la institución del impuesto (bienes que se deben ceder obligatoriamente al gobierno) es criminal. El derecho natural no hace excepciones, ni excusa a ciertos rufianes solo porque se autoproclaman defensores del ciudadano. Si el derecho a la vida es natural, entonces los gobiernos, que se basan en limitar y violentar constantemente dicho derecho, son simplemente antinaturales y criminales.

Ahora miremos a nuestros amigos del movimiento Yo Soy 132, en abierta campaña por apoderarse del monopolio de la violencia, que como ya dijimos, solo sirve para limitar y violentar el derecho a la vida. Esos jóvenes, que se dicen informados jamás manipulados, no tienen problema alguno en apuntarte con un arma, siempre que lo hagan por métodos legales, esto es, obteniendo el arma democraticamente. Defensores de la ley, pero no del derecho, no van a tardar en tener lo que realmente estaban buscando. Y es que cuando el ser humano abandona el derecho natural, abandona también su humanidad, y debe regresar a los métodos de los animales. Y cuando volvemos a los métodos de los animales, no es el ser más razonable el que gana, ni el más virtuoso, ni el más honesto, ni siquiera el que tiene el mayor número se seguidores, sino el más corrupto, violento y tramposo.

Ahora harán una pataleta porque el sistema corrupto del que querían apoderarse, resultó que fue tomado por gente más corrupta que ellos. ¿De verdad tienen derecho a indignarse? No. Recordemos que entre animales no existen los derechos. ¿Querían saber por qué el mundo avanza tan rápidamente hacia el salvajismo? Pues ahí lo tienen, siéntanse orgullosos.

martes, 12 de junio de 2012

Leviathán.



"¿Puedes tú sacar al Leviathán con un anzuelo, o sujetar con una soga su lengua? ¿Puedes ponerle un junco en las narices, o taladrar con una espina sus quijadas? ¿Te hará él muchas súplicas, o te dirá palabras blandas? ¿Celebrará un pacto contigo,  para que lo tomes por esclavo hasta tiempo indefinido? ¿Jugarás con él como con un pájaro, o lo atarás para tus niñas? ¿Harán banquete de él los compañeros? 
¿Lo dividirán entre comerciantes?  ¿Llenarás tú de arpones su piel,   o de dardos de pesca su cabeza?"

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Esta era una isla desierta en la que se estrelló un avión. Hubieron 200 sobrevivientes, y lo único que lograron rescatar del accidente fue una escopeta con muchos cartuchos. Y después de un tiempo de sangrientas peleas por controlar el arma, llegaron todos a un acuerdo: Cada año, los 200 se organizarían en grupos y participarían en un ejercicio de mayorías que diría quien tomaría la escopeta para dar ordenes al resto, mientras que los demás se dedicarían a recoger recursos y disponer de su propiedad, siempre que el de la escopeta lo permitiera. Y los ecologistas buscaban hacerse con la escopeta para obligar a sus hermanos a dejar de talar arboles, y los que eran economistas buscaban controlarla para obligar a todos a guardar víveres para la temporada de ciclones. Otros solo la querían para tener alcohol y orgías desenfrenadas, o para hacer que todos oraran y dieran gracias al señor por los alimentos recibidos. Y a la posesión anual de la escopeta, lo llamaron gobierno.

Y cada grupo creía que sus prioridades eran las únicas y verdaderas, de modo que cuando ganaban los ecologistas, jodían a los taladores, y cuando ganaban los taladores, jodían a los ecologistas. Y llegado el momento de elegir quien haría uso de la escopeta, los ecologistas decían que los taladores eran unos asesinos y gritaban "¡NI UN ÁRBOL TALADO MÁS!", mientras que los taladores decían que los ecologistas eran enemigos del progreso y gritaban "¡PONGANSE A TRABAJAR, MAMONES!". Se gritaban y empujaban, terminando muchas veces en golpes e incluso muertes que el gobierno de la escopeta en turno tenía que detener a balazos. Y lo llamaron campaña política.

Y no contentos con tener la escopeta y dar ordenes, a alguien se le ocurrió que, como apuntar y disparar era un trabajo agotador que no dejaba tiempo para nada más, el resto tendría que poner parte de su producción para alimentar al grupo con el poder de cada año, y como muchos no estarían de acuerdo en la manera como se usarían estos bienes arrebatados, lo mejor era hacer su pago obligatorio, y disparar o encerrar a los que se negaran a pagar semejantes despropósitos. Y lo llamaron impuestos.

Y hubo quien, en medio de una campaña política, se levantó e intentó hacer ver a sus hermanos lo que estaban haciendo. Entonces todos dejaron de golpearse y pararon un momento para explicarle a ese pobre diablo confundido que esa era la naturaleza humana, que la única manera de tratarse entre hermanos era apuntando uno al otro, porque el hombre es por naturaleza malvado, y necesita controles para no ponerse a robar, violar, y perecer entre ruinas. Y que si no estaba de acuerdo, era libre de pelear y gritar con los demás por el control de la escopeta para cambiar las cosas. Acto seguido dejaron de pelarlo y se siguieron madreando.

Y tras un tiempo ya era solo el grupo más mafioso, el mejor organizado, el que cada año obtenía el control de la escopeta, y lo usaba para enriquecerse y dar dádivas cuando los demás pobladores se mostraban demasiado inconformes. Y los pobladores entendieron que la única manera de usar el arma era unirse a alguna de las mafias y hacer campaña junto con ellas, para poder implementar en la isla las disposiciones que ellos consideraban justas. Y hubieron noches en que algunos de esos hombres, viendo en lo que se había convirtiendo su sociedad, tomaron una balsa para, en medio de la oscuridad, perderse en el mar, y no volver jamás. Y fueron llamados apátridas, egoístas y traidores.

Y los que se quedaron se dijeron civilizados, porque habían encontrado una manera de darle a todos la "oportunidad" de apuntar con la escopeta a sus enemigos, si juntaban los votos suficientes. En su infinita sabiduría, a la mayoría nunca se le ocurrió que lo mejor sería lanzar esa escopeta al mar y dejar que se hundiera y oxidara junto con el avión que los trajo a la isla, a nadie se le ocurrió que quizá el ser humano tenía la capacidad de resolver sus problemas bajo la premisa fundamental de que no había cañon en el mundo que pudiera darle a nadie el derecho a disponer de la vida y las propiedades de otros.

Y a ese sistema de animales explotando a animales, lo llamaron democracia, y celebraron que por fin el hombre había dejado de ser el lobo del hombre, y que todos eran hermanos. Y en medio de esa hermandad y amor al prójimo, ellos, que nunca aprendieron a distinguir la diferencia entre libertad y esclavitud, ni entre robo y comercio, ni entre ley y derecho, ni entre hombre y animal, fueron uno a uno pereciendo entre las ruinas. Y el último de ellos sostuvo la escopeta y, en un último acto de rebelión contra la existencia, hizo un disparo al sol, y maldijo al ser humano por su incapacidad para vivir en sociedad.

Tras caer muerto el último de ellos, aquella sociedad de caníbales y parásitos tuvo por fin la libertad que merecía: la libertad del sepulcro. El mar empezó a hervir, del cañón de esa escopeta salió el Leviathan, y dejando atrás las ruinas y cadáveres, se arrastró de vuelta al mar.


lunes, 11 de junio de 2012

¿Un pollo frío a 65 dolares? ¡Serán cabrones!



Col a 13 dolares el kilo.
EconoPack 24 botellas de medio litro a 100 dolares.
Dos kilos de pollo congelado a 64 dolares.

Esos son los precios a los que ofrece los alimentos una tienda de Nunavut (uno de los pueblos más al norte de Canada). Incluso se dice que es más barato volar a Edmonton, Alberta, hacer ahí las compras y regresar. Se concluye que los vendedores en Nunavut son unos cabrones y están jugando con las necesidades de la gente.

La mayoría de las personas se queda ahí, dicen "capitalistas de mierda", quedan bien con sus consciencias y se acabó el asunto. Esencial parar ahí, no vaya a ser que sufran un cortocircuito por indagar un poco más sobre la naturaleza de esos capitalistas codiciosos.

Supongamos que, realmente, resulta más barato volar a Edmonton, comprar la comida allá y regresar. Digamos que el gasto total, incluido transporte, es de 50 dolares el pollo congelado, en lugar de los 64 que cobra la tienda. Entonces cualquier habitante podría ir a Edmonton, comprar 10 pollos a 500 dolares, venderlos a 54 dolares (10 dolares más barato que la tienda), recuperar la inversión e incluso salir ganando 40 dolares por las ventas. En ese caso, la tienda tendría que bajar los precios, pues no conseguiría una sola venta manteniendo el pollo a 64 dolares.

¿Que tal ves un residente individual no tenga dinero para comprar los 10 pollos? Bien, es un pueblo pequeño, de modo que un poblador podría decir al resto "pienso viajar a Edmonton la siguiente semana, los que quieran, pueden darme 54 dolares y yo les traigo un pollo. Pasen la voz". Mismo resultado. La tienda, para no perder toda la clientela, se vería obligada a bajar los precios.

Pero la tienda no ha bajado los precios, por lo tanto nuestras suposiciones no pueden ser correctas, por lo tanto, no es cierto que se pueda conseguir más barato el pollo en otro lado. En ese caso, si no es posible llevar pollo a Nunavut por menos de 64 dolares, ¿nos atreveríamos a afirmar que los de la tienda son unos cabrones por no bajar los precios? ¿y eso no haría cabrones a todos los del pueblo por no estar dispuestos a llevar alimentos baratos a sus vecinos, al precio de perder dinero en cada venta?

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