domingo, 2 de enero de 2022

Interestelar

Hace unos días vi (de nuevo) interestelar con mi esposa y compañera de vida. Un peliculón que logra retratar muy bien la naturaleza humana: esperanza, desesperanza, amor, supervivencia, y el tema central que es nada menos que el fin del mundo y la búsqueda de la trascendencia.

Miremos de nuevo hacia los primeros hombres que durante el solsticio de invierno veian al Sol quedarse quieto y frio durante 3 días y pensaban "tal vez es hoy... tal vez ha llegado por fin el momento en que el mal finalmente gana... tal vez en esta ocasión el Sol no vuelva a levantarse y estamos condenados a desaparecer en un mundo oscuro, congelado y muerto". Y vieron en este fenómeno una batalla del bien vs el mal e hicieron mitos y ritos para ser partícipes en esta lucha y ayudar al Sol a levantarse de nuevo para poder completar un ciclo más. Y en la construcción de esta cosmovisión se vieron a ellos mismos retratados y aprendieron a obtener fuerza del Sol, el primer dios, y poco a poco del resto de deidades que fueron encontrando en cada animal y fenómeno natural. Lo suyo se volvió una relación simbiótica: el hombre le daba existencia a los dioses y estos a cambio le daban al hombre guía, inspiración, unidad y fuerza.



Y hoy sabemos que el Sol es una estrella más alrededor de la cual vamos a seguir girando y esa "batalla" llamada en tiempos modernos solsticio ni es del bien vs el mal ni tiene nada de incierto, y que una vuelta más al Sol se va a cumplir tan seguro como que las cosas van a seguir cayendo hacia abajo. Pero nuestro entendimiento de los fenómenos naturales y el abandono de los viejos dioses no redujo lo más mínimo nuestra incertidumbre sobre el futuro, porque una vez que pudimos asomarnos fuera de nuestra pequeña roca, vimos un universo absolutamente masivo y hostil, y un planeta que pareciera que también lo es, cada vez más: cambio climático, plagas y epidemias, extinciones masivas, llamaradas solares, meteoritos, el agotamiento del Sol y su transformación en gigante roja, agujeros negros, el aumento continuo e irremediable de la entropía del universo que hará que tarde o temprano todo quede finalmente detenido. Justo cuando habíamos empezado a dominar las leyes de la naturaleza y sentirnos seguros en nuestro planeta, nuestra visión es una vez más ampliada y nos vemos de nuevo como al principio de los tiempos: reducidos e impotentes, rodeados de peligro e incertidumbre como cualquier cazador-recolector apestoso.

Pero esta vez ya no tenemos dioses que nos puedan guiar, ni paraísos que nos vayan a abrir sus puertas. La humanidad está sola. ¿O no?


Y creo que eso fue lo más bonito de Interestelar, que a mi en particular me conmovió mucho: “It was you… you were my ghost…”. Al final del camino descubrimos que la salvación no llegaría desde fuera, sino desde nosotros mismos. Que ni el Sol ni los dioses eran la fuente de nuestra fuerza, sino el propio hombre, y que los dioses y seres sobrenaturales no eran más que proyecciones de nuestra propia divinidad.



Existió en el siglo XIII un abad italiano, Iaccomo de Floris, que previó la disolución de la iglesia cristiana y el amanecer de un periodo de vida espiritual en la tierra, cuando el Espíritu Santo  hablaría directamente al corazón humano sin mediación eclesiástica. ¿Y qué es lo que vemos en interestelar, sino un vistazo a un futuro de espiritualidad y divinidad sin intermediarios? Una espiritualidad generada de una nueva epifanía: "tú eras mi fantasma". Dios eramos nosotros.