martes, 20 de marzo de 2012

El trabajo que requirió.


¡Que maravilla de la ingeniería es un automóvil! Pensemos en todas las etapas que tuvo que superar la humanidad para llegar hasta donde se encuentra actualmente. Su historia esta plagada de genios. Los que idearon la primera rueda, los que hicieron cada vez más resistentes sus materiales, que agregaron sistemas de amortiguamiento a las carretas, el que nos dio la máquina de vapor, los que desarrollaron la termodinámica, y nos dieron el motor de combustión interna, los que descubrieron el petroleo e idearon la manera de extraerlo, los que aprendieron a refinarlo para crear gasolina, los que desarrollaron la aerodinámica, y nos dieron formas cada vez más eficientes, los que inventaron y mejoraron el proceso de vulcanizacion y nos dieron neumáticos para transportar esos automóviles, los que actualmente se dedican a crear inteligencias artificiales que los conduzcan por nosotros, y de esa manera ahorrar millones de horas y salvar miles de vidas.

Esos físicos, mecánicos, ingenieros, gente pensante de todas clases y en todas partes del mundo, que usando su mente se dedicaron a hacer el automóvil cada vez más seguro, más potente, más rápido, más resistente, más duradero, más eficiente, más cómodo, más barato, para llegar al producto que vemos hoy, un monumento a la mente humana, recordatorio constante de la gloria y orgullo que implica ser humano, y que debería inspirarnos a ser como esas personas que siguieron los dictados no de su corazón, sino de su mente, para legar a la humanidad algo que no muere: una idea, que aún después de la muerte de aquel genio, sigue extendiendo y mejorando la vida de millones de personas, porque una idea se mantiene viva mientras exista un solo ser humano racional. Y así, compramos un automóvil, a un precio ridículamente bajo si consideramos la cantidad y la calidad de aquellas mentes que lo hicieron posible.

Y ya que lo tenemos, llega un funcionario fofo, vulgar y estúpido. Y nos dice, con una constitución en una mano y un garrote en la otra, que si queremos usar esa pieza de ingeniería le tenemos que dar dinero, imagínate, ¡a él, que jamás en su vida habría sido capaz de producir una sola tuerca! Y que esas industrias automotrices, donde aquél funcionario no habría podido desempeñarse satisfactoriamente ni de ayudante de barrendero, tienen que darle dinero, si quieren la bendición y el permiso de aquel funcionario para seguir produciendo.

¡Eso es involución, y debería ser la peor de las vergüenzas.!

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