martes, 21 de abril de 2020

Lecciones de Zeno


Zeno fue un mercader adinerado proveniente de Fenicia (Cercano Oriente) que vivió hace unos 2 mil 300 años. Un día, en uno de muchos viajes en barco por el mediterraneo, transportando un cargamento valiosísimo de tintes púrpuras y otros objetos para uso de reyes y emperadores, se enfrentó a una tormenta. Su barco naufragó.

Zeno se salvó de milagro, pero vio impotente cómo todas sus riquezas se hundían para siempre en el mar. Lo había perdido todo. De ser un mercader adinerado pasó a ser un extranjero solo y sin dinero en una tierra hostil y extraña.

Cuenta la historia que llegó a Atenas, mendigando. En algún momento, se detuvo en una pequeña librería donde por casualidad comenzó a hojear un libro sobre la vida de Sócrates. Inmediatamente quedó atrapado por aquél hombre. Preguntó dónde podía encontrar a más personas como él. Lo mandaron a la Academia, donde disertaban los filósofos atenienses.

Pasó los siguientes años estudiando filosofía: a los socraticos, los cínicos, los epicureos. Eventualmente fundó su propia escuela: el estoicismo. Fue invitado de honor de reyes y emperadores, y celebrado en su tierra natal, al igual que en Atenas. Cientos de años después, los romanos tomaron su filosofía, y sobre ella fundaron un imperio.

Estoicos fueron también los primeros cristianos, que tomaron el estoicismo y lo aterrizaron (mediante mitos y ceremonias) a un nivel entendible para ricos y pobres, letrados o incultos. Sobre la nueva fé, Occidente resurgió para volver a dominar el mundo.

Y la verdad es que, qué webotes los de Zeno. Porque bien hubiera podido regresar penosamente (y no sin gran riesgo) a la seguridad de su tierra natal, para pasar el resto de sus días lamiendose las heridas y viviendo gracias al apoyo de su familia, lamentandose de su mala suerte y contándole a los demás "yo antes era un acaudalado mercader... pero me chingué la rodilla".

Y en lugar de eso el cabrón... el grandísimo cabrón, hambriento y derrotado frente a aquella tienda, decidió que, efectivamente, Zeno había muerto en el naufragio, y que esta nueva persona que llegó a la costa, quienquiera que fuera, tenía que buscar un nuevo significado. Y da la casualidad, y quizá la suerte, de que lo encontró en la filosofía, porque hubiera podido quizá encontrarlo en el deporte, en el arte, o en cualquier otra de las 10 mil actividades humanas que están ahí precisamente para eso, para dar a nuestra existencia no solo sustento, sino también sentido.

Y si una persona puede destilar algo al mismo tiempo tan poderoso, hermoso y duradero a partir de la mayor desgracia de su vida, ¿qué podríamos sacar nosotros de las nuestras? ¿que nos esperaría si un dia nos permitiéramos morir y dejar que, lo que sea que surja de aquéllos eventos, encuentre también un significado?

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