martes, 2 de julio de 2013

Bodenheimer sobre la anarquía.


En su libro Teoría del Derecho, Edgar Bodenheimer ofrece una introducción amena y clara sobre la historia y teoría de las distintas fuentes del derecho, tema del que ya hablamos largo y tendido en entradas anteriores. El libro me pareció una delicia (la gente insiste en que estoy siendo sarcástico, pero les juro que no es así), y lo considero una lectura recomendada para todos aquellos interesados en tener nociones básicas sobre un tema tan interesante como lo es la filosofía detrás de la ley. Me pareció muy mal, sin embargo, que de las 400 páginas del libro, le dedicara solamente dos de ellas a la anarquía, de modo que en esta ocasión quiero tomarme el tiempo de revisar con un poco de detalle un par de fragmentos que Bodenheimer escribió al respecto.

Comienza el autor diciendo:

La anarquía significa una situación social en la que se da a todos los miembros de la comunidad un poder ilimitado. Donde impera la anarquía no hay reglas coactivas que todo individuo esté obligado a reconocer y obedecer. Todo el mundo es libre de hacer lo que quiera. No hay Estado o gobierno que imponga límites al ejercicio arbitrario de ese poder.

Resulta gracioso que un destacado teórico del derecho conserve la visión de primaria de la anarquía (en esencia, una guerra salvaje de todos contra todos). Para empezar, es falso que todos los miembros de la comunidad tienen un poder ilimitado. Por simple lógica, el poder que cada persona u organización tiene, sea cual sea el sistema, es siempre limitado, bien por la propia naturaleza, o porque dicho poder inmediatamente chocará con el poder de otro, de manera que hablar de "poder ilimitado" resulta tramposo. Si bien es cierto que en la anarquía no hay reglas coactivas hechas para todos los individuos (recordemos que coacción significa iniciar la violencia contra otra persona para que esta actue de cierta manera), de esto no se puede concluir que cada quién es libre de hacer lo que quiera. Bajo anarcocapitalismo, si dañas la propiedad de alguien, tendrás que pagar una compensación o arriesgarte a las consecuencias. Bajo anarcocomunismo, si actuas en contra de las reglas generales de la comunidad, te arriesgas a dejar de recibir el apoyo de los demás miembros de la comunidad o de plano a ser expulsado. El hecho de tener que responder (de un modo u otro) por tus acciones significa que no eres libre de hacer lo que se te antoje, a pesar de que no hayan reglas coactivas que te obliguen a actuar de un modo u otro. Quizá convenga ejemplificarlo con una situación trivial pero ilustrativa: si vas a una fiesta, no hay gente armada o con un garrote obligando a la gente a comportarse. Se espera de cada invitado un mínimo respeto hacia el anfitrion y hacia las demás personas, y la gente en general acata las convenciones sociales porque el castigo por no hacerlo es la desaprobación y el ostracismo. En una fiesta no hay reglas coactivas, pero no por eso la gente va y se caga en el jardín del anfitrión.

Es extremadamente improbable que la eliminación total del Estado produjese una libre y aromoniosa cooperación entre los hombres. La naturaleza humana no tiene las características que le atribuyen los anarquistas colectivistas, y no tenemos motivo alguno para suponer que pueda cambiar radicalmente. La convicción de Spinoza de que en un estado de anarquía cada individuo trataría de extender su poder hasta donde le fuera factible y habría, por ende, de chocar con otros individuos, está más cerca de la verdad que cualquier creencia en la bondad inherente de la naturaleza humana. Spinoza supone con razón que el resultado final de una situación anárquica sería un régimen político en el que habría de surgir como conquistador un hombre que establecería su dominio sobre los demás.

Aqui el problema es que solo habla de anarcocomunismo sin considerar cualquier otra variante del anarquismo. Es en efecto extremadamente difícil que un sistema sin propiedad privada pueda funcionar de manera armoniosa, pero esa no es la única propuesta de anarquismo. Existen ejemplos históricos de sistemas de propiedad privada sin gobierno que han funcionado de una manera mucho más pacífica que sus vecinos estatistas. Al lector interesado en algun ejemplo sobre este aspecto, se le invita a revisar este artículo, sobre cómo la expansión hacia el Oeste en Norteamérica avanzó mucho más rápido de lo que el propio gobierno podía expandirse, lo que dio lugar a sistemas de ley y seguridad privada, esto es, anarcocapitalismo.

Por otro lado, hay que dejar claro que la anarquía no transforma mágicamente una sociedad violenta y carroñera en un conjunto de individuos ordenados y pacíficos. Cuando la sociedad está convencida de que necesita un gobierno, y este desaparece, lo único que pasa es que inmediatamente surgen facciones que luchan por formar uno, que es, básicamente, lo que está pasando en Somalia (donde actualmente no hay gobierno, pero sí varias mafias intentando llegar al poder). La anarquía es un sistema que bajo ciertas condiciones puede funcionar, condiciones que, en mi opinion, no se dan todavía en ningúna nación del planeta. Pero esto no quiere decir que nunca será posible, o que requeriría un cambio radical en la naturaleza humana. La humanidad no habría podido abolir la esclavitud hace dos mil años, de modo que en esa época hubo toda clase de pensadores que, al igual que Bodenheimer hace con el Estado, defendieron la esclavitud como un orden natural, y afirmaron que la naturaleza del hombre no era tan noble como para intentar aboliar ésta práctica. Pero la sociedad evoluciona, y el esclavismo, que era una cosa absolutamente común y natural hace apenas 300 años (como lo son actualmente los gobiernos), hoy es vista como una aberración.

En cierta forma no se puede culpar a Bodenheimer por ver con recelo la idea de anarquía. Un poco de investigación revela que se vió obligado a huir de Alemania con el ascenso del nazismo y de hecho fue invitado a tomar parte en los juicios de Nuremberg debido a su alto grado de conocimiento de las leyes nazis. No sorprende que su propia experiencia le mostrara lo peligroso que puede llegar a ser un sistema legislativo que no está perfectamente balanceado con toda clase de contrapesos e instituciones que se vigilan constantemente unas a otras. A menudo nuestro propio contexto histórico nos llena de prejuicios de los que es muy difícil desprendernos, de modo que no sorprende que cuando llegó el momento de hablar de anarquía, el autor simplemente hiciera a un lado la idea sin más miramientos.

Un estudio teórico cuidadoso de la ley sin gobierno requiere no solamente conocimientos de teoría e historia del derecho (como sin duda los tenía Bodenheimer), sino también (y quizá más aún) de conocimientos sólidos de economía y praxeología. En ese sentido, la escuela austriaca de economía estuvo siempre en mucha mejor posición para hablar de los sistemas de ley privados sin necesidad de recurrir a prejuicios e ideas preconcebidas o heredadas por contexto. Al final, sea o no adecuada o posible la ley bajo anarquía, una cosa sí es segura: requieres mucho más que dos páginas para llegar a una conclusión que pretenda ser acertada.

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